Para comprender plenamente el viaje que emprenderemos, primero debemos explorar la naturaleza misma de la energía y su profunda interconexión con nuestro bienestar físico, mental, emocional y espiritual.
La energía no es simplemente un concepto abstracto o una fuerza impersonal. Es la sustancia vibrante y dinámica que anima toda la Creación, el «chi» o aliento vital que fluye a través de cada átomo y cada ser vivo. Es la inteligencia organizadora que orquesta el milagroso funcionamiento de nuestros cuerpos y el cosmos mismo.
Lejos de ser algo separado de nosotros, estamos literalmente inmersos en un vasto océano de campos sutiles de energía que nos rodean, penetran y conforman nuestra realidad percibida. Estos campos multidimensionales, aunque en gran parte invisibles al ojo físico, interactúan constantemente con nuestros propios sistemas energéticos internos o «cuerpos sutiles».
Es esta incesante danza de intercambios vibratorios la que determina nuestra experiencia de salud o enfermedad, vitalidad o agotamiento, equilibrio emocional o desequilibrio. Nuestros pensamientos, emociones e incluso nuestra conciencia misma, son expresiones de patrones energéticos específicos que se entretejen con los campos más densos de nuestra fisicalidad.
En un estado de armonía, estos diversos campos fluyen en exquisita sincronía, permitiéndonos funcionar de manera óptima como seres multidimensionales. Pero cuando se presentan disrupciones, interferencias o bloqueos en estos delicados sistemas energéticos, es cuando surgen los síntomas de malestar que ahora estamos resueltos a transformar.