Imagina por un momento que estás en un bote con una pequeña fuga. En lugar de reparar el agujero, decides que es más fácil simplemente sacar el agua que se filtra. Al principio, parece funcionar. Mantienes el bote a flote y sigues navegando. Pero con el tiempo, la fuga se agranda, entra más agua, y tienes que sacar con más frecuencia y vigor. Eventualmente, pasas todo tu tiempo y energía sacando agua, sin poder disfrutar del viaje ni llegar a tu destino. Y al final, tu bote se puede hundir.
Esta analogía ilustra perfectamente el ciclo interminable de emergencia en el que muchos de nosotros nos encontramos atrapados cuando dependemos exclusivamente de soluciones convencionales para nuestra salud y bienestar.
Durante mi tiempo en la Klinik für Gastroenterologie, Hepatologie und Endokrinologie, vi este patrón repetirse una y otra vez. Pacientes que regresaban mes tras mes, año tras año, con los mismos síntomas recurrentes. Sus tratamientos solo ofrecían un alivio temporal, como sacar agua de un bote con fugas, pero nunca abordaban la causa subyacente del problema.
Este ciclo es agotador, tanto física como emocionalmente. Crea una sensación constante de crisis, donde siempre estamos reaccionando a los síntomas en lugar de prevenirlos o abordar su origen. Es como vivir en un estado perpetuo de alerta, donde nuestro cuerpo y mente nunca tienen la oportunidad de verdaderamente descansar y sanar.
Además, este enfoque reactivo puede llevarnos a ignorar señales importantes de nuestro cuerpo. Al suprimir constantemente los síntomas, perdemos la oportunidad de escuchar lo que nuestro cuerpo está tratando de decirnos. Es como si estuviéramos continuamente silenciando una alarma de incendio sin molestarnos en verificar si realmente hay un fuego.
En mi propia experiencia, recuerdo vívidamente la frustración de este ciclo. Tras mi doctorado, me encontré atrapada en una rutina de estrés crónico, insomnio y ansiedad. Cada vez que un síntoma se volvía insoportable, buscaba una solución rápida: pastillas para dormir y estimulantes para mantenerme despierta durante el día. Pero inevitablemente, los síntomas regresaban, a menudo con mayor intensidad.
Fue solo cuando comencé a explorar enfoques holísticos y energéticos que pude romper este ciclo. Aprendí a ver mis síntomas no como enemigos a ser suprimidos, sino como mensajeros que me alertaban sobre desequilibrios más profundos en mi vida y en mi ser. Fui consciente que cada síntoma me quería decir algo sobre mí.
La verdadera sanación requiere paciencia y una visión a largo plazo. No se trata de buscar soluciones rápidas, sino de crear un equilibrio sostenible. Es como fortalecer los músculos: no ocurre de la noche a la mañana, requiere consistencia y un enfoque integral que incluya ejercicio, nutrición y descanso adecuado.
En mi práctica actual, trabajo con mis clientes para romper este ciclo de emergencia. Les enseño a escuchar su cuerpo, a entender las señales sutiles antes de que se conviertan en crisis. Utilizamos herramientas como la radiestesia y la radiónica para detectar y abordar desequilibrios energéticos antes de que se manifiesten como síntomas físicos.
Romper este ciclo no es fácil. Requiere un cambio de mentalidad, paciencia y a menudo, la voluntad de enfrentar problemas subyacentes que hemos estado evitando. Pero el resultado – una vida de verdadera salud y vitalidad – vale infinitamente la pena.
Pert, C. B. (1997). «Molecules of Emotion: Why You Feel the Way You Feel». Scribner.
