Creando nuevos problemas al resolver otros

Cuando era niña, recuerdo haber jugado con uno de esos laberintos de canicas, donde tienes que guiar una pequeña esfera metálica a través de un complejo recorrido lleno de agujeros. La frustración llegaba cuando, al intentar evitar un agujero, inevitablemente caía en otro. Esta experiencia infantil se ha convertido en una metáfora perfecta para ilustrar cómo los tratamientos convencionales a menudo funcionan.

En el afán por «arreglar» un síntoma específico, la medicina tradicional con frecuencia crea desequilibrios en otras áreas del cuerpo. Es como si estuviéramos jugando un eterno juego de «whack-a-mole» con nuestra salud, donde al golpear un problema, otro surge en su lugar.

Tomemos, por ejemplo, el uso de antibióticos. Sí, pueden ser efectivos para combatir infecciones bacterianas, y son necesarios en ciertas situaciones pero al mismo tiempo pueden devastar nuestra microbiota intestinal, llevando a problemas digestivos, debilitamiento del sistema inmune y hasta desequilibrios emocionales. O pensemos en los analgésicos, que al aliviar el dolor, pueden causar problemas gástricos, renales o hepáticos a largo plazo.

Durante mi tiempo en la Medizinische Hochschule Hannover, tuve la oportunidad de observar de cerca este fenómeno. Pacientes que llegaban con un problema específico a menudo terminaban con una lista de efectos secundarios producto de los tratamientos recibidos. Era descorazonador ver cómo, en el intento de ayudar, a veces terminábamos complicando más la situación del paciente.

Este enfoque desequilibrado no solo afecta nuestro cuerpo físico, sino que puede tener repercusiones en nuestros campos energéticos sutiles. Cada intervención, cada medicamento, cada procedimiento, tiene un impacto en nuestra frecuencia vibratoria. Si no se considera este aspecto, podemos terminar creando bloqueos energéticos mientras intentamos resolver otros.

La clave está en entender que nuestro cuerpo es un sistema interconectado y altamente complejo. No podemos simplemente «arreglar» una parte sin considerar cómo afectará al todo. Es como intentar ajustar una sola cuerda de una guitarra sin tener en cuenta cómo afectará la armonía general del instrumento.

En mi práctica, he aprendido a abordar cada caso con una visión integral. Antes de recomendar cualquier intervención, considero cuidadosamente cómo podría afectar no solo el síntoma específico, sino el equilibrio general del paciente. Utilizo herramientas como la radiestesia para evaluar los posibles impactos en los campos energéticos sutiles y ajustar el tratamiento en consecuencia.

Este enfoque requiere más tiempo y atención, es cierto. Pero los resultados son incomparablemente mejores. En lugar de crear un efecto dominó de problemas, buscamos una armonización general que conduzca a una sanación verdadera y duradera.

Blaser, M. J. (2014). «Missing Microbes: How the Overuse of Antibiotics Is Fueling Our Modern Plagues». Henry Holt and Co.

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