Lo que te propongo no es ninguna idea nueva o experimental. De hecho, las prácticas de sanación energética que vamos a desplegar tienen raíces que se hunden en la rica tierra de las tradiciones antiguas de toda la humanidad.
Desde los chamanes de las profundidades de la Amazonia hasta los monjes taoístas en los picos más elevados del Himalaya, culturas de todo el mundo han honrado y refinado durante milenios estas artes de armonización de la fuerza vital. Reconocían que somos seres multidimensionales, compuestos no sólo de materia física, sino también de campos sutiles de energía que se entrelazan e impactan todos los aspectos de nuestro bienestar.
Estos sabios ancestrales desarrollaron intrincados sistemas de conocimientos y técnicas para leer, influir y reequilibrar estos campos o «cuerpos» energéticos. Lo que hoy llamamos aura, chakras, meridianos y otros conceptos, eran vistos como expresiones de una misma matriz vibracional que anima toda la Creación.
A pesar de la enorme diversidad de sus orígenes geográficos y culturales, estas disciplinas energéticas comparten principios y percepciones esenciales asombrosamente consistentes. Una cosmovisión integral que abraza al ser humano como un microcosmos perfecto, un reflejo vivo del orden divino.
Fue esta antigua sabiduría la que ayudó a nuestros ancestros a prosperar en armonía con las fuerzas de la naturaleza, sanando sus mentes y cuerpos con sutiles intervenciones energéticas. Lamentablemente, estos sistemas sufrieron marginación y menosprecio a medida que la ciencia mecanicista moderna ganaba terreno en los últimos siglos.